VILLAMURIEL,
SEÑORÍO Y RESIDENCIA EPISCOPAL
Villamuriel ha tenido un pasado histórico
destacado por su estrecha vinculación con los obispos de Palencia desde el s.
XII al XIX. Fue villa de señorío
episcopal, lugar de residencia de los obispos y punto de partida para el acto
de recibimiento del Obispo en la ciudad.
LOS ORÍGENES DE ESTA RELACIÓN
El principio de esta relación se remonta
a mediados del s. XII, ya que en 1141 el rey Alfonso VII donó al obispo D.
Pedro II y a la iglesia de San Antolín de Palencia la villa de Villamuriel, que
antes pertenecía al alfoz de Dueñas, a raíz de su repoblación.
“Yo Alfonso, emperador de España, junto con mi mujer Berenguela,
con mis hijos Sancho y Fernando, sin que nadie me obligue, por mi salvación y
la de mis padres (antepasados), por la remisión (el perdón) de nuestros pecados, doy a Dios y a la iglesia de san
Antonino (Antolín) fundada en Palencia y a D. Pedro, obispo 2º del mismo lugar,
y a sus sucesores que le sucedan canónicamente para siempre y a los canónigos
futuros y presentes de la misma iglesia: Villamuriel, que está situada entre
Dueñas y Palencia, con todos sus foros y términos”
(Archivo de la Catedral de Palencia. Armario IIIº- Legajo 3º- Documento nº 19)
Esta donación fue confirmada en 1177 por el rey Alfonso
VIII a favor del obispo de Palencia D. Raimundo y ratificada en 1351 por el rey Pedro I el
Cruel al obispo de Palencia D. Vasco,
canciller del rey.
“Yo Aldefonso, por la gracia de Dios
rey de Castilla, junto con mi mujer la reina Leonor, voluntariamente, por las
almas de mis padres y mi propia salvación, hago carta de donación, que valga
perpetuamente, a la iglesia del muy glorioso mártir de Cristo, Antonino de
Palencia, y a vos D. Raimundo, tío materno mío, obispo de la misma, y a vuestros
sucesores, concediéndoos que lo poseáis para siempre con derecho hereditario, confirmándoos a vosotros … la donación que mi abuelo, el emperador, hizo de la misma
Villamuriel a dicha iglesia”.
(Archivo de la
Catedral de Palencia. Armario IIº-
Legajo Iº. Documento nº 109)
Los obispos, aunque también eran señores
de la ciudad de Palencia (sede del Obispado, donde tenían su alcázar-palacio y
la iglesia catedral) y de otros 8 pueblos de los alrededores de Palencia
(tenían una fortaleza en Magaz), pronto sintieron una predilección especial por
su villa de Villamuriel, tal vez por su estratégica situación (situada en el
camino real de Palencia a Dueñas y Valladolid) y su cercanía a Palencia.
LA FORTALEZA DE VILLAMURIEL
Así, a finales
del s. XII el obispo Arderico (1184-1208) comenzó la construcción de una gran
iglesia con un majestuoso cimborrio y una robusta torre, obras que debió
terminar el obispo D. Tello Téllez de Meneses (1208-1247) en las primeras décadas
del s. XIII, una auténtica fortaleza que podría servir como residencia y refugio suyo en los
momentos de dificultad y conflicto con sus súbditos de Palencia.
Iglesia de Sta. María
Inicialmente los
obispos habitarían en las estancias que hay en los 3 pisos de la torre, que les
daba una gran seguridad en caso de conflicto.
Pero el espacio reducido de los cuartos de la torre y la incomodidad del
acceso a los mismos por la escalera de caracol, les llevó a ampliar el espacio
habitado construyendo habitaciones encima de las naves laterales hasta el
crucero, a las cuales se accedía desde el 2º cuerpo de la torre.
Encima de la nave lateral se ven las estancias para residencia del Obispo
Allí los obispos debieron
residir temporalmente, ya que D. Alonso Fernández de Madrid
(Arcediano del Alcor) hace referencia en la “Silva Palentina” a diversos
acontecimientos acaecidos en la fortaleza de Villamuriel en el s. XIV: en ella
se albergaron en 1308 y 1311 miembros de la familia real, como Mª de Molina y
sus hijos (para tratar asuntos dinásticos) o la muerte en 1426 del obispo D.
Rodrigo de Velasco debido al ataque de su cocinero de origen francés durante el
desayuno.
EL PRIMER
PALACIO (S. XV)
Según el Arcediano
del Alcor, D. Pedro de Castilla (obispo de
1440 a 1461) hizo reformas en la iglesia de Villamuriel y construyó una casa-palacio
(de estilo gótico), al sur de la iglesia, adosado a ésta, para residencia de los obispos.
Los continuos
conflictos entre el Obispo y el Concejo de Palencia desembocaron en 1465 en el
ataque y destrucción de su alcázar-palacio (situado en el mercado viejo, detrás
de la catedral) por parte de los vecinos de Palencia.
Tras la desaparición
del alcázar y debido a los obstáculos
puestos a los Obispos por el Concejo palentino para levantar uno nuevo en la
ciudad, algunos prefirieron pasar largas temporadas e incluso residir de forma
permanente en la fortaleza que poseían en Villamuriel, utilizando de manera
excepcional las casas capitulares puestas a su disposición en Palencia.
Así D. Gutierrez de
la Cueva (1461-69), D. Rodrigo Sánchez de Arévalo (1470-71) o D. Diego Hurtado
de Mendoza (1473-85) residieron en Villamuriel con frecuencia, mientras
que D. Juan Fernández de Velasco (1514 a
1520), según
dicho Arcediano, residió la mayor parte
del tiempo en Villamuriel, desde donde hacía las visitas a los pueblos de su
diócesis y adonde acudían los clérigos de su diócesis para revisar las faltas.
EL SEGUNDO
PALACIO (S. XVI)
La casa-palacio
del s. XV sólo se mantuvo en pie hasta 1520, en que los comuneros de Palencia, enfrentados
al emperador Carlos V, quemaron y derribaron la casa y parte de la fortaleza del obispo en
Villamuriel (entonces D. Pedro Ruiz de la Mota, limosnero del emperador).
El palacio fue rehecho unos años más tarde por el obispo
Antonio de Rojas (1524-25) con el dinero aportado por él y con los 950.000
maravedíes pagados por los vecinos de
Palencia como castigo por sus desmanes en Villamuriel durante la revuelta de
las Comunidades.
Fachada sur de la iglesia, a la que estuvo adosado el Palacio
Pero, al ser destruido el palacio de Villamuriel, los Prelados
palentinos establecieron su residencia de manera permanente en la villa de
Valladolid, frecuentada por los monarcas y sede de la Real Chancillería
(Tribunal Supremo de Castilla).
A partir del siglo XVII prefirieron un lugar en Palencia acorde con el cargo que ostentaban, el palacio de D. Sancho o palacio
de Tordesillas (hoy no se conserva), que se hallaba ubicado en la actual calle D. Sancho, ya que hasta finales del
s. XVIII no se edificó el actual Palacio Episcopal en el mismo lugar donde se
encontraba el alcázar medieval.
De todas formas,
los obispos siguieron residiendo temporalmente en su palacio de Villamuriel (ésta fue la única villa que les quedó de su
señorío, ya que Felipe II vendió los demás pueblos del mismo en la 2ª mitad del
s. XVI) y, aunque desde fines del s. XVI la iglesia del palacio pasó a servir
también de iglesia parroquial principal, ellos siguieron aportando dinero para
mantener y dar decoro a la iglesia (coro alto, órgano, algún retablo),
compartiendo los gastos con la parroquia.
Coro alto, patrocinado por el obispo Ramírez Zapata en 1571
DESAMORTIZACIÓN
Y DESTRUCCIÓN DEL PALACIO
Con
la desamortización de los bienes del clero regular (Mendizábal, 1836) y del
clero secular (Espartero, 1843) los bienes del clero fueron nacionalizados, entre
ellos el Palacio del Obispo en Villamuriel, que debió sufrir un deterioro
progresivo.
Según se refleja en el Expediente de Desamortización
nº 157, legajo 262, del Archivo Histórico Provincial de Palencia, en 1841, por
causa de fuertes vientos y lluvias caudalosas,
se produjo la ruina de 2 pilares de piedra que soportaban 2 corredores
del Palacio y el tejado que confinaba con la iglesia.
En 1842 la
Comisión Principal de Amortización pidió un informe al arquitecto de la
Amortización de Palencia, D. Pablo Espinosa Serrano, sobre el estado del
Palacio y éste consideró que su arreglo era muy costoso y que era mejor
venderlo tal como estaba. Así en febrero
de 1843 se realizó su remate en pública subasta y se adjudicó a D. Leonardo
Martínez en 90.000 reales. Más tarde fue desmantelado y se vendieron los
materiales y el solar del mismo, en el que se levantaron unas viviendas y corrales para el ganado.
Viviendas en el solar del Palacio del Obispo
Del Palacio sólo
queda el arranque del arco de entrada al recinto del mismo, algunas de las
puertas de acceso a la iglesia desde el patio del palacio, algunos restos de capiteles de la
sala próxima al crucero y el pozo del patio.
A su vez, las
dependencias situadas encima de las naves se mantuvieron hasta principios del
s. XX (1914-1917), en que Jerónimo Arroyo las desmontó y reconstruyó las
cubiertas para dejar visibles las 3 naves,
el crucero y el cimborrio de la iglesia.
Resto de capitel y arco de la dependencia adosada al crucero
Una de las puertas de acceso del patio a la iglesia
¿CÓMO ERA EL PALACIO?
Al haber restos tan escasos y no
conservarse ninguna imagen ni plano del mismo ni haberse realizado una
excavación en el solar del Palacio, es difícil hacer una reconstrucción virtual del
mismo. Pero por la descripción que hizo el arquitecto D. Pablo Espinosa todo
parece indicar que el Palacio era grande, debía ser un edificio sobrio, pero con bastante
empaque. Así tenía una fachada monumental, una fábrica de buena calidad y
algunas habitaciones tenían una
decoración escultórica aceptable (algunos restos de capiteles conservados así
lo indican).
En el Expediente de desamortización del
Palacio del Obispo en Villamuriel de 1843 se señalan las características del
mismo.
El arquitecto D. Pablo Espinosa hacía
una descripción del Palacio. Tenía una superficie de 24.742 pies cuadrados (equivalentes a 1.920 m2), 12.756 pies edificado y 11.986 de patio
central y corral, (equivalentes a 990 y 930 m2, respectivamente, que hacían
un total de 1.920 m2).
Otro arquitecto, D. Antonio Diez
Retolaza, le asignaba 12.781 pies cuadrados (equivalentes a 992 m2),
con un patio central de 2.304 pies (que equivalen a 179 m2), y
además un corral de 6.237 pies (que equivalen a 484 m2), que hacían
un total de 19.618 pies (equivalentes a 1.522 m2).
Constaba de 2 plantas y desvanes. La 1ª planta tenía un vestíbulo, una galería
de comunicación, la cocina y despensa, las caballerizas y cuadras, el pajar, 4
cuartos de servicio y escalera de subida a la 2º planta. La 2ª planta o principal tenía una galería de
comunicación, servicio de 6 habitaciones y otras 6 interiores, sin comunicación
por la ruina de la galería, escalera de comunicación con los desvanes.
En la 1ª planta las paredes eran de piedra
y tierra, el piso empedrado, los techos de madera de pino. En la 2ª, las
paredes de piedra y tierra, los pisos de madera de pino y de yeso, los techos
de maderas de pino labradas. La cubierta
exterior era de madera y teja.
La fachada principal constaba de 2
cuerpos. El 1º tenía 28 pies de largo, 20 de alto y 5,5 de ancho (equivalentes
a 7,8 , 5,5 y 1,5 m., respectivamente) hecho de sillería y mampostería de
piedra caliza y con una puerta de arco semicircular para servicio de
carruajes. El 2º tenía 28 pies de largo,
14 de alto y 5,5 de ancho (equivalentes a 7,8 , 3,9 y 1,5 m.,
respectivamente), también hecho de
sillería y mampostería.
El resto de las fachadas tenían la mayor
parte de sillería y mampostería con parte de tierra.
Resto del arco de la fachada principal
TOMA DE POSESIÓN Y RECIBIMIENTO DEL
OBISPO
El siguiente ritual se siguió en la Edad
Media y en los siglos XVI y XVII, en que el recibimiento al obispo tenía una
gran importancia política y social, ya que toda la ciudad y sus autoridades se
preparaban para recibir a su señor. En
este ritual, Villamuriel jugó un papel
destacado en el desarrollo de las ceremonias.
Sin embargo, en el ritual moderno de los
ss. XVIII y XIX las ceremonias se
simplificaron (ya no se debían hacer los recibimientos al obispo en las afueras
de la ciudad) y se fueron convirtiendo en actos puramente religiosos.
Cuando quedaba vacante la sede episcopal
por muerte o traslado de su titular, el Papa nombraba nuevo titular de la
diócesis por medio de una Carta Apostólica.
Luego el rey (patrón de las iglesias, arzobispados y obispados del Reino)
enviaba sendas Cédulas Reales al Cabildo catedralicio y al Concejo de la ciudad
para que fuese nombrado Obispo y acogiesen convenientemente al nuevo titular.
Después de esto, el Obispo debía tomar
posesión de la diócesis antes de su entrada en la ciudad. Esta se podía hacer de forma personal o por
medio de procurador o representante legal autorizado, que en su nombre lo hacía
efectivo en la ciudad, jurando guardar las Constituciones, Estatutos y
costumbres de la misma.
Pero en ambos casos, podían pasar
meses y hasta años entre la toma de
posesión y la entrada en la ciudad.
Una vez que el Obispo comunicaba al Cabildo su llegada al
palacio de Villamuriel, el Cabildo nombraba una delegación para comunicar al
Obispo la fecha del recibimiento solemne.
Se fijaba la fecha exacta, que debía ser un día festivo
y por la tarde. Para evitar esperas
innecesarias del Obispo y del Cabildo, éste enviaba una persona a comunicar al
Obispo la hora de salida, el Obispo desde Villamuriel y el Cabildo desde la plaza de San Antolín. El encuentro se
producía en el Soto del Obispo, en un lugar equidistante de ambas poblaciones.
El nuevo Obispo salía de Villamuriel,
después de haber comido, acompañado de su séquito, formado por sus criados
personales. El séquito del Cabildo lo formaban 2 pertigueros, el maestro de
ceremonias y las dignidades, canónigos y racioneros.
El Obispo traía consigo el caballo en
que había de entrar en la ciudad, que tenía que ser blanco, aderezado con
gualdrapas de terciopelo y guarniciones y estribos dorados. La capa con que el Obispo había de entrar era
como las capas de coro de la iglesia, el capillo y pectoral forrado de raso
carmesí. También llevaba 2 medias
calzas, una negra y la otra colorada, y un capelo de cardenal, forrado en raso
verde lo de abajo, y lo de encima, la mitad de grana y la otra mitad de contra,
y con sus cordones y borlas en seda verde.
Una vez llegados al lugar de encuentro,
el maestro de ceremonias testimoniaba el reconocimiento del Cabildo hacia el
Obispo. Acto seguido, los miembros del
Cabildo se acercaban a él y hacían su venia y acatamiento, inclinando las
cabezas y cuerpos y quitándose los bonetes y el Obispo inclinaba la suya a los
que pasaban.
Después las 2 comitivas se dirigían a la
ciudad.
La del Cabildo se volvía a la Catedral
para preparar la procesión que recibía al Obispo en la plaza de San Antolín.
La del Obispo se dirigía a la Puerta del
Mercado. Allí primero el Obispo recibía el juramento de fidelidad de las
comunidades judía y musulmana de la ciudad.
A continuación las autoridades civiles
(corregidor, regidores y alcaldes) recibían al Obispo, besando su mano.
El Secretario del Concejo y un Caballero
nombrado por el Obispo se daban mutuos poderes de reconocimiento. El Obispo se obligaba a guardar una serie de
derechos, libertades y costumbres de la ciudad y sus vecinos. La ciudad hacía el pleito-homenaje a su señor, el Obispo, jurando guardar todos
los derechos y preeminencias del Obispo y su iglesia y su fidelidad.
Entonces se abrían las puertas de la
ciudad y el Obispo, por la calle Mayor, se dirigía a la Catedral para jurar los
Estatutos de la S. Iglesia Catedral y
realizar el Besamanos solemne por parte del Cabildo.
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N O T A S
Para el capítulo de la “Toma de posesión
y recibimiento del Obispo en la ciudad” he seguido el artículo del historiador
Arturo Polanco “CEREMONIAS DE RECIBIMIENTO Y DESPEDIDA A LOS OBISPOS EN LA
TRADICIÓN PALENTINA (S. XV- XVIII)”, que se apoya bastante en las Actas Capitulares
de la Catedral.
Para el apartado del palacio del Obispo en Palencia me he basado en el artículo de Noemí Culebras “LA MORADA DE LOS OBISPOS PALENTINOS Y EL INICIO DEL PROCESO DE CONSTRUCCIÓN DE LA NUEVA RESIDENCIA EPISCOPAL TRAS LA DESTRUCCIÓN DEL ALCÁZAR A LA LUZ DE LAS FUENTES DE ARCHIVO”
Para otros aspectos he utilizado información recogida en documentos diversos del Archivo de la Catedral de Palencia, del Archivo Histórico Provincial de Palencia y de la Silva Palentina del Arcediano del Alcor.
Artículo
elaborado por Zacarías Diez García, miembro de la Asociación Amigos del
Patrimonio de Villamuriel