jueves, 22 de febrero de 2018

LAS GARITAS: SU HISTORIA Y SUS HABITANTES






LAS CUEVAS DE VILLAMURIEL:
SU HISTORIA Y SUS HABITANTES

1.- ASPECTOS GENERALES
La arquitectura subterránea aprovecha los recursos naturales del lugar  para la construcción.   Para ello debe haber un terreno de rocas sedimentarias:arcilla, arenisca, marga, caliza o conglomerados.

Aprovecha la inercia térmica del terreno para obtener confort térmico interior en la vivienda.   Si se ha cumplido con los requisitos, el clima interior está muy cerca del confort térmico:cálido en invierno y fresco en verano.  
Este tipo de construcción tiene muy poco impacto medioambiental durante su construcción (excavación) y uso. Se adapta muy bien al paisaje existente, de manera que casi no se nota la construcción en comparación a las casas levantadas encima del terreno.

Durante las etapas prehistóricas (Paleolítico, Neolítico) las cuevas naturales han servido de vivienda a los humanos, sobre todo en las etapas más frías, y de refugio para defenderse de los animales.  Incluso se utilizaron como santuario religioso o sitio funerario.
Después, en época ya histórica, los hombres con menos recursos han utilizado para vivir las cuevas, naturales o excavadas por ellos, sobre todo en las regiones del sur español.
También se han usado como bodega y almacén de grano.

En pocos pueblos de la provincia ha habido un barrio de cuevas excavadas tan extenso y poblado como el de Miraflores de Villamuriel.
Miraflores era un barrio muy característico en el extrarradio del pueblo, en el que llegó a vivir la séptima parte  de su  población, con lazos familiares y de relación muy estrechos entre sus habitantes (bajaban juntos a la escuela, a la iglesia y a comprar al pueblo, los niños jugaban juntos por sus alrededores, se reunían los vecinos a charlar en la cocina o en las explanadas  y bastantes se casaban entre ellos).

2.- LOCALIZACIÓN DE LAS CUEVAS EN VILLAMURIEL

Las cuevas en  Villamuriel están localizadas en 2 zonas: Miraflores y el Castellón.
Las de Miraflores se sitúan en un espigón de rocas arcillosas a 760-770 m. de altitud (el pueblo está a 730 m.), en la subida al páramo, a 1 km. del pueblo, excavadas de 1 a 4 niveles.
Las del Castellón se han excavado en una pequeña loma, también arcillosa, situada en el mismo pueblo,  en un solo nivel.

Los terrenos de la zona de Miraflores, que hasta mediados del s. XIX eran comunales, fueron desamortizados a partir de 1855 y pasaron a manos privadas, pero las laderas improductivas no se cultivaban, lo cual facilitó que en ellas se excavaran las cuevas.
Las tierras del Castellón eran particulares, pero el subsuelo no es privado, por lo cual se pudieron excavar las cuevas, cuya entrada se realizaba por la Calle del Castellón (hoy Avenida de Portugal) o por la Calle de Zamora (hoy Calle Marino Rodríguez).

Cuevas del Castellón


  Barrio de Miraflores, Barrio Virgen del Milagro y  FASA Renault
3.- SU APARICIÓN Y EVOLUCIÓN
En los diversos documentos conservados no hay constancia de que en  Villamuriel  se viviera en cuevas de forma permanente antes  del s. XIX.  Así en el Catastro de Ensenada (de 1752), al hacer el inventario de bienes de cada familia, no hay nadie que declare poseer cuevas para vivir o alquiladas.


En los Libros de Matrículas de la parroquia de Villamuriel del s. XIX (estos libros recogen el cumplimiento de los sacramentos de Confesión y Comunión por parte de los fieles) aparece la relación de familias  e individuos que habitaban en las cuevas.  La primera vez que lo indican es en 1832.
También en el estudio de la población de Villamuriel que hace Simón Nieto en 1880 aparecen citadas las cuevas de la zona de Miraflores (al oeste del pueblo), en las laderas del páramo.
Igualmente en los Censos Electorales de Villamuriel figuran las personas que vivían en las zonas de cuevas (Miraflores y Castellón) en los ss. XIX y XX.
En 1832 sólo había 6 cuevas: 3 en el Castillón (en el Libro de Matrículas las  llama Garitas al Puente) y otras 3  tal vez en Miraflores (ya que las llama Garitas al Poniente).
Su número creció lentamente a lo largo del s. XIX (a mediados de siglo sólo había 9 cuevas entre las 2 zonas), pero aumentó considerablemente en los últimos decenios del s. XIX (en 1900 ya había 53 cuevas en Miraflores y 16 en el Castillón) debido al incremento de la población por el descenso de la mortalidad en España a partir de esas fechas y por el atractivo del trabajo en los viñedos de la localidad y debido a la falta de viviendas en el pueblo.
         




A mediados del s. XX es cuando se ha registrado el mayor número de cuevas ( 64 en Miraflores y 16 en el Castellón),  número que se ha mantenido hasta su abandono como viviendas entre 1960 y 1970.

En ellas se ha vivido hasta la década de 1970, en que por derrumbes en las cuevas debido a las lluvias (en 1962), por el traslado a las nuevas casas en el pueblo (las Casas Nuevas) o por la emigración a las ciudades han sido abandonadas y se han ido cayendo o  han sido transformadas para convertirlas en merenderos o residencias de fin de semana.

A finales de 2017 se han derribado las cuevas que quedaban en el lado derecho de la Av. de Portugal para unir el solar al espacio resultante del derribo del cementerio viejo.

Cuevas rehabilitadas como merenderos



4.-  ¿ COMO ERAN LAS CUEVAS?



Eran viviendas pequeñas, que solían tener unos 50 m2 de espacio habitable, repartido entre el vestíbulo (5-10 m2), 2 habitaciones más grandes (entre 8 y 12 m2),  2 alcobas pequeñas     (4-8 m2) y la cocina (unos 10 m2).
Además solían disponer de un corral exterior, de tamaño diverso (10-20 m2), para guardar la leña y las escobas, y una cuadra (también excavada, de 8-10 m2) para los animales (el burro, los conejos o las gallinas).

Los muros interiores eran de tierra, de gran anchura (entre 60 y 80 cm).   Las paredes y techos eran de tierra, pero solían estar revocados con una fina capa de yeso (obtenido del rabillo de las yeseras), que les daba un color blanco brillante.    Los suelos normalmente eran de tierra prensada, aunque algunas cuevas los tenían de baldosas.  Encima de la cueva había una capa natural de arcilla de 2 a 3 m.  



Fachada e interior de cueva semiderruida en 3º nivel


La altura máxima (en el centro) de las habitaciones y la cocina rondaba los 1,90 m., pero el vestíbulo era algo más bajo (1,75 m.) y la alcoba apenas pasaba de 1,50 m.  
La puerta de entrada tenía algo más de 1 m. de ancho y 1,75 de alto.  Las puertas interiores eran más estrechas y más bajas (0,90 m. de ancho y 1,60 m. de alto). Solían tener ventana  en la cocina y en algunas habitaciones.
La fachada estaba orientada al sur para resguardarse del frío del norte.  La fachada tenía un muro de tierra, a veces reforzado con piedras calizas irregulares, que le hacía tener un grosor de casi 1 m.       

Fachada rehabilitada e interior de la cueva  de la señora Nana



No tenían agua corriente ni de pozos (en el pueblo, había pozos en las casas y el agua corriente se  metió en las viviendas a mediados de los años 60 del s. XX), por lo que tenían que subir el agua del Canal por caminos o sendas empinados y de tierra, embarrados durante las épocas de lluvia.  Y para los demás servicios (médico, tienda, escuela, iglesia, bar) tenían que bajar al pueblo a casi 1 km. de distancia.

Tampoco tenían luz eléctrica (en el pueblo, las casas ya la tuvieron  a principios del s. XX). La luz, por el día, entraba por las ventanas de la fachada  y, por la noche, se servían de candiles y velas.
Aunque su temperatura era más constante que en las casas, había una trébede en la cocina (alimentada con leña, carbón  y escobas del campo), donde hacían la comida y cuyo calor caldeaba el resto de las habitaciones.

5.- SUS  HABITANTES





En cuanto al número de  habitantes, en 1832 sólo vivían 11 personas en las garitas al Puente y 10 en las garitas al Poniente.  En 1865 ya  residían 62 personas en cada uno de los núcleos de cuevas (según el censo de 1860, Villamuriel tenía 1.050 habitantes).           
En 1900  habitaban en Miraflores casi 200 personas (según el censo de 1900, la población de todo el pueblo eran unas 1.450 personas). En las primeras décadas del s. XX hubo un descenso de población en Miraflores para volver a incrementarse después de la Guerra Civil hasta 250 personas en 1950 (según el censo, la población de Villamuriel era de 1.700).


La profesión dominante  de los vecinos de las cuevas era la de jornalero del campo (trabajaban sobre todo para los grandes propietarios del pueblo: Lagunilla-Almodóvar, Inclán, García).
Así en 1890 (según el censo electoral, en el que sólo aparecen los varones mayores de 25 años) había 27 jornaleros en Miraflores y 11 en el Castillón.
En 1916 (según el Libro de matrículas parroquial, en que se registra a todos los habitantes) había 51 jornaleros en Miraflores y 17 en el Castillón.   También había algunos pastores.

A las mujeres no se les asignaba profesión, pero muchas desde temprana edad también trabajaban estacionalmente  en el campo (en los viñedos,  más tarde en la remolacha), en la recogida de leña en el monte de Palencia (traída con el burro o a cuestas) o de rabillo en las yeseras para encalar la cueva o en el servicio doméstico de las familias acomodadas del pueblo. 
Además, las mujeres atendían la cueva, cuidaban de los hijos, bajaban al Canal con sus cántaros a coger agua o a lavar la ropa, iban al pueblo a comprar el pan y otros artículos básicos.

En el s. XIX una buena parte de los matrimonios de las cuevas (el marido y la mujer o uno de ellos) procedía de otros pueblos, bien del Cerrato o de la zona de Campos próxima a Palencia, pero en el s. XX cada vez fueron más numerosos los matrimonios entre personas nacidas ya en el pueblo.  
El número de hijos de cada matrimonio era elevado, pero bastantes morían en los primeros años de vida. El número de hijos vivos fue aumentando en el s. XX por el descenso de la mortalidad infantil. En ambos siglos, la mayor parte de sus hijos e hijas ya habían nacido en Villamuriel. 
























En cuanto a la estructura por edades, era muy parecida a las otras zonas del pueblo y de otros pueblos en el s. XIX y 1ª mitad del s. XX.   Había tantos niños como adultos y los niños y jóvenes constituían la mitad e incluso las 3/5 partes de la población por una elevada natalidad y una mortalidad media. Había muy pocos ancianos, pero su número y porcentaje fue aumentando en la 1ª mitad del s. XX al haber una mayor esperanza de vida.
En cuanto al sexo de su población, en ellas ha habido a lo largo de los años entre un 10 y un 20% más de hombres que de mujeres.


Artículo elaborado por Zacarías Diez García, miembro de la Asociación Amigos del Patrimonio de Villamuriel

























martes, 20 de febrero de 2018

EL DOBLE CORO DE SANTA CLARA EN CALABAZANOS

De las zonas visitables del Monasterio de Nuestra Señora de la Consolación de Calabazanos, la iglesia es la más admirada. En lo sustancial, el templo es antiguo pero ha pasado por diferentes remodelaciones; a sus pies se ubica el doble coro, el alto y el bajo que se superponen en altura. En los conventos femeninos, el coro dentro de la iglesia es la zona reservada a las religiosas y queda separado mediante una verja del espacio ocupado por el común de los fieles. 


El acceso para los fieles y visitantes se hace a través de un atrio cerrado hasta la puerta de entrada por el lado del evangelio. La fábrica del templo al estilo franciscano, se estima fue construido en el siglo XV. Con varias reformas en los siglos siguientes, el templo actual presenta un estilo más bien barroco. La descripción del contenido patrimonial y artístico de este templo es un conjunto extraordinario a tener en consideración. 
Hoy nos aproximamos al doble coro. Por la historia litúrgica sabemos de la ubicación, finalidad y uso que a lo largo del tiempo ha tenido lo que conocemos como coro dentro del espacio de una catedral, colegiata o iglesia monástica. 
La iglesia del monasterio de Santa Clara de Calabazanos es de una única nave con seis tramos.
 
EL CORO ALTO

El coro alto se desarrolló en el románico tardío y tuvo su punto álgido en el gótico hasta que dejaron de usarse y se retiraron. El de Calabazanos ocupa el último tramo de la nave de la iglesia y fue más usado por la comunidad en tiempos pasados. Se accede desde la clausura por dos tramos de escaleras y tiene una gran luminosidad,  una sillería de veinticuatro sitiales y está cerrado con balaustres de madera y celosía. En el centro, se encuentra expuesto un Cristo crucificado gótico del siglo XV de interesante policromía. A ambos lados, dos retablos neoclásicos de finales del siglo XVIII, uno dedicado a la Sagrada Familia y otro para una bella imagen de la Virgen de la Misericordia, devoción muy extendida entre las clarisas. A ambos lados de la sillería, unas vitrinas-hornacinas contienen diferentes imágenes y relicarios. 

Cristo del siglo XV y Virgen de la Misericordia del siglo XIX. Coro alto


EL CORO BAJO

El coro bajo es de mayor relevancia y amplitud y uno de los lugares más importantes de la vida religiosa. Es una iglesia completa a pequeña escala. Los rezos, los servicios religiosos, la música,  la adoración al Santísimo Sacramento... se hacen en este recinto.



De los elementos artísticos y prácticos del coro bajo, la sencilla sillería coral y en el centro, el gran facistol donde se disponían para el canto divino los cantorales y otros libros. 
En escultura, una barroca del siglo XVIII que representa a San Francisco de Asís estigmatizado y en oración que trata de representar al santo tal y como lo vió el papa Nicolás V cuando allá por el siglo XV visitó la basílica de Asís.
 


El órgano es de Juan Otorel realizado a lo largo del siglo XIX. En su disposición actual oculta en parte el sepulcro de Doña Leonor de Castilla, fundadora del monasterio y en la actualidad visible desde el claustro del aljibe.



En el muro del lado del evangelio en un arcosolio, el sepulcro de Doña Inés Manrique, camarera de la reina Isabel de Castilla y haya del príncipe don Felipe. Hija de don Pedro Manrique y doña Leonor de Acuña condes de Paredes, falleció el 22 de abril de 1525.
En la pared del fondo, sin apenas decoración, una copia de un cuadro de Cristo del pintor veneciano Sebastiano del Piombo. En otra sepultura renacentista y decorada con yeserías mudéjares atribuidas a Braymi, reposan las primeras abadesas.




Cristo camino del Calvario, inspirado en uno original de Sebastiano del Piombo




El tabernáculo va suspendido en el centro de la verja del coro. Su antigüedad es más reciente. Se han mantenido los antiguos hierros y la decoración pictórica es obra de Luis Ortega Axy. En los paneles laterales van los cuatro evangelistas. En la parte que mira hacia la iglesia lleva un relieve eucarístico y la que se abre al coro, tiene dos puertas que se accionan con mando a distancia y abren para dejar ver la custodia con el Santísimo. 




En esta comunidad se tiene una gran devoción al S.S. Cuerpo y Sangre de Jesucristo. Desde su fundación cuenta con el privilegio de tenerle expuesto en el coro gracias al patrocinio de la reina Isabel la Católica y al rey Fernando. El papa Alejandro VI concedió este privilegio con el Breve del 22 de agosto de 1498 y sobre él gira la vida litúrgica y la adoración por turnos.
La pasada semana, en una visita guiada por Amigos del Patrimonio con la Universidad Popular de Palencia, se nos mostró un detalle poco conocido. Al fondo de la pared del coro bajo hay una reproducción (de Capel) del políptico de Santa Clara, cuyo original (de 1500) se encuentra en el museo Marés de Barcelona. Pues bien, cuando se abre el tabernáculo-expositor que queda enfrente, la imagen de la custodia se refleja en la tabla pictórica, tal y como se muestra en la imagen si se observa con detenimiento. 



Y aquí concluye este breve capitulo de grandes obras simbólicas de fama duradera de nuestra tierra. El modo en que las ven nuestros ojos pueden ser sólo símbolos o expresión de interior experiencia.

Bibliografia: EL REAL MONASTERIO DE NTRA SRA DE LA CONSOLACIÓN DE CALABAZANOS  de Enrique Gómez Pérez y Ángel Sancho Campo.
Información y fotografías, Clarisas de Calabazanos.
Redacción y fotografía, Montse Blanco.








martes, 6 de febrero de 2018

ARQUITECTURA PARA PICHONES Y PALOMINOS


En el arte de crear y construir edificios sólidos que han de albergar distintas formas de vida, la arquitectura, según su función, hace clasificaciones. En la Arquitectura Popular Castellana están incluidos los Pósitos, Molinos, Casetas, Chozos, Graneros, Fraguas y Palomares. Éstos últimos, ocupan hoy nuestro espacio de patrimonio de la mano de dos personalidades que coincidían con sus trabajos en la reciente exposición presentada el pasado mes de enero por la Asociación Amigos del Patrimonio de Villamuriel. De una parte, los textos de Miguel Angel Castro Espinosa, Profesor y Asesor Científico del Centro Temático del Palomar (Santoyo) y de otra, Julio Atuse, ceramista con predilección artística por los palomares. La muestra que ha sido todo un éxito de público y de crítica, nos han puesto en la senda de la importancia que tuvieron estas construcciones en nuestra tierra para la alimentación y la economía familiar. Quedan pocos palomares en la Comarca del Cerrato y en Villamuriel, ya no existen. 
Los palomeros o palomares, circulares o cuadrados, si se conservan en pequeña cantidad y rodean pueblos y villas del Cerrato Palentino. De muros de adobe y tapial, cubiertos a una vertiente de teja, de uno a tres pisos decrecientes, concéntricos y con puerta de acceso siempre al mediodía. Su aspecto es terroso, color propio de su materia prima donde su pacífica y plumífera inquilina se guarecía y reproducía en sus nichos u "oracas", criaba a sus palominos o pichones para manjar de mesas rurales. Sabiendo el hombre de esta tendencia natural de las palomas, supo construirla de modo artificial lugares donde nidificar, y además se sintiera protegida. Con todo esto se puede decir que el palomar por sí solo, identifica a una arquitectura popular, a la de nuestro barro, que ha pasado desapercibida y que afortunadamente algunos se han empeñado rescatar y en el mejor de los casos, a conservar. 

EL PALOMAR. APUNTES DE  MIGUEL A. CASTRO ESPINOSA

Definición

Un palomar es un volumen cerrado con una única puerta (abierta al mediodía para evitar el frío cierzo del norte) sin apenas ventanas y con un tejado en desniveles, formando a veces un patio donde se recoge agua para que las palomas puedan beber. Sus paredes de distribuyen en cuerpos concéntricos formando calles llenas de nidales, horacas o pateras perfectamente distanciadas en tresbolillo ajedrezado, con profundidad de no menos de 20 cm. para que las parejas hagan su nido y puedan permanecer de pie. En la parte superior las troneras dan entrada y salida a las palomas. Todo ello adornado, a veces, con remates en el tejado formando contravientos con pináculos equidistantes.
En referencia a los requisitos que estableció Vitrubio para la arquitectura, los palomares cumplen los tres requisitos fundamentales: son funcionales, son estables, son bellos. Sus características y finalidad son muy específicas porque está construido para el máximo aprovechamiento de la cría de la paloma (difícil su utilización para otra actividad) y los materiales utilizados son únicamente los que se encuentran en el entorno... barro, madera... y en ocasiones, algo de piedra.

Materiales de construcción

El barro.- Es el elemento característico con dos formas de tratamiento
No cocido: adobe y tamales. Cocido: ladrillo y tejas.
El adobe, podemos definirlo como un prisma de tierra arcillosa, comprimida y puesta al aire para su secado. El proceso de elaboración se basa en la elección de tierras arcillosas (ni muy fina, ni muy gruesa que mediante un cribado de deja limpia de piedras, raíces, ramas u otras materias orgánicas), paja (de trillar, hojas de pino, heno...) y agua. Estos tres elementos se mezclan y se amasan, se moldean en mecales y se ponen a secar hasta que adquieren consistencia.

El tapial

Es un conglomerado monolítico ejecutado en serie por un molde "in situ" de barro apisonado. Se puede decir que es "el hormigón elemental" por excelencia, ya que tiene la propiedad básica de cualquier tipo de hormigón y la forma de construir en continuo. Su caracter moldeable permite resolver parámetros de cualquier tipo de planta al que hay que añadir sus magnificas condiciones antisonoras y térmicas. El tapial se ejecuta a continuación de la cimentación y el zócalo.

El cocido

Es el proceso que se sigue con los ladrillos, tejas y baldosas. Su empleo es escaso en la construcción del palomar y se reserva para los remates de los aleros, voladizos, protecciones o cubiertas así como de los cortavientos que les adornan. En su fabricación se emplea tierra arcillosa que se amasa en hoyas y se cuece en cuadros o piras formando una parrilla con canales y huecos para permitir la circulación de los gases de la combustión. Sus dimensiones dependen de la zona. La teja se utilizaba para cubrir el tejado, proteger los muros y la formación de contravientos. La más típica es "la teja árabe" con forma de canal tronco-cónico de 30 a 50 cm de longitud y de 15 a 20 cm de anchura.

Materiales auxiliares

La madera, la piedra y los yesos son otros materiales utilizados en menor medida porque son muy sensibles a los cambios de temperatura; las heladas en inviernos y los fuertes calores del verano someten a estos materiales a dilataciones y contracciones que resquebrajan los muros abriendo profundas grietas por lo que en caso de emplearse, precisan ser recubiertos con una mezcla de barro y paja en una operación que se llama trullar o enlodar para que duren en el tiempo.

Tipología del palomar

En una visualización de los palomares palentinos en cuanto a formas y tamaños los hay cuadrados, circulares, rectangulares, poligonales y mixtos con las variante de con o sin patio.

Aprovechamiento

Tener un palomar era muy importante. Entorno a ellos hay una "cultura popular" rica y productiva, incluso entrañable de la vida campesina. En sus mejores tiempos eran una base para la alimentación y su cuidado no correspondía a los señores sino a sus súbditos que recibían la mitad o una parte acordada a los productos obtenidos. El palomero se ocupaba de su cuidado  y dos veces  o tres a la semana llevaba a las palomas encerradas en los meses de enero ó febrero para la cría, la comida necesaria para acelerar la puesta y el agua, muy necesaria en esta primera etapa. Aves para el alimento (pichones y palominos) y en la actualidad, para competiciones deportivas. "Dales de comer Abril y Mayo... y ellas lo buscaran el resto del año" dice el refranero popular. Cuando las parejas tenían "puesta" (dos huevos en cada una de las posturas) y la primavera estaba entrada, se abría el palomar. El color exterior de la construcción, el silencio, una temperatura constante y la limpieza y recogida de la "palomina" (excelente fertilizante) que se realizaba en otoño, cuando las palomas ya no crían aseguraban que volvieran a anidar cada temporada.


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LA CERÁMICA DEL PALOMAR. LA OBRA DE JULIO ATUSE

Con todo ello, es una pena que ésto que fue en otra época fuente de riqueza, no solo gastronómica, sino también industrial al producir gran cantidad de abono natural (la palomina), haya decaído hasta casi desaparecer. A la hora e aportar nuestra colaboración a la propuesta de oficios y construcciones tradicionales nos hemos valido del trabajo y la reputación de un profesor y de un ceramista, el protagonista de esta segunda parte alusiva a los palomares. Julio Atuse es un vecino de Villamuriel de Cerrato, ceramista autodidacta que lleva años de actividad creativa y artística en nuestro municipio sin darse la menor importancia a pesar de las abundantes pruebas que ha dado de su buen hacer principalmente, creando palomares. 
Sus objetos de barro o arcilla amén de otros artilugios y enseres ("Cacharros" según él y así tituló su exposición) son formas reconocidas pero de libre interpretación, en la cultura de la cerámica. Gran conocedor y amante de los palomares, Atuse los piensa, los diseña y los trabaja a diferentes escalas con un conjunto de laboriosas técnicas y la decoración más fina. Lo suyo es una combinación de diversas disciplinas; conoce la técnica, el material (algunos utensilios creados por él mismo) y tiene muy clara la intencionalidad. Nos recibe en su pequeño taller y conocemos de primera mano su forma de trabajar. Julio ha hecho de la afición artística una experiencia que le abastece de motivaciones y energías al más puro estilo cotidiano y anónimo. Calcula que son más de doscientos los palomares que ha hecho en las versiones más dispares con elementos encontrados en su entorno. Modelar, armar, cocer y decorar es componer, hacer arte, disfrutar de un trabajo... es contentar a sus destinatarios, es cultura popular que ha compartido públicamente en una admirada exposición.











Amigos del Patrimonio de Villamuriel agradece la documentación de Miguel Angel Castro y la obra de Julio Atuse de la que nos hemos servido para dar contenido a esta entrada.